En el Congo se está produciendo un robo de tierras colonial
Por Fiore Longo, investigadora de Survival International y responsable de la campaña #DecolonizeConservation.
Una versión de este artículo fue publicada por Common Dreams el 24 de mayo de 2019
"Aquí estoy, en un palacio colonial rodeado de occidentales que se han reunido aquí para esculpir la tierra africana, que pagan a agentes sobre el terreno que utilizan la violencia y la opresión para imponer su voluntad contra los pueblos tribales que son despreciados y socavados porque “ellos no saben más, nosotros sí.”
Hacía frío cuando llegué a Bruselas, aunque en el suntuoso patio del Museo Real de África Central no se notaba en absoluto. Este lujoso edificio ostentaba tiempo atrás el nombre de Palacio de las Colonias, y a finales del siglo XIX representaba todo un panegírico a la “misión civilizadora” belga en el Congo. Las exposiciones en el mismo incluían un zoológico humano, en el que se habían construido tres “aldeas indígenas” en el recinto del palacio, habitadas por congoleños “importados”, debidamente instruidos para “actuar al modo indígena” para gozo de los visitantes. En aquel entonces también hacía frío en Bruselas, y al vestir únicamente las prendas que solían ponerse en África, siete de aquellos “aldeanos” murieron.
Más de cien años después, acudí a ese gran monumento al racismo y la opresión para asistir a la decimoctava reunión de la Congo Basin Forest Partnership (CBFP). La CBFP es una asociación sin fines lucrativos que se dedica a promover la conservación y la gestión responsable de los bosques tropicales de la cuenca del Congo, encabezada por Estados Unidos. Me chocó –aunque lamentablemente no me extrañó– ver qué pocos asistentes eran africanos.
En estas reuniones se adoptan decisiones cruciales sobre los bosques de la cuenca del Congo, cuyas consecuencias afectarán enormemente a la gente que vive allí. ¿Por qué todos esos individuos blancos, reunidos en Europa, siguen teniendo en sus manos el destino de tierras africanas? En el pasado, esto se justificaba con el terrible argumento de la llamada “misión civilizadora” de la “raza blanca superior”. Ahora se justifica con la “conservación”. En nombre de la “conservación” han robado las tierras a miles de familias, tribus y comunidades en África y Asia, que se han visto condenadas a la indigencia y al desespero. Se afirma que la población local no parece saber cómo cuidar sus propias tierras y la flora y fauna que habitan en ellas, de manera que lo mejor es que se vaya y deje que se ocupen “los verdaderos expertos”.
El motivo por el que los foráneos están tan ávidos de hacerse con esas tierras radica en el hecho de que esas zonas son muy ricas en biodiversidad. Pese a que los territorios indígenas no abarcan más del 22 % de la tierra firme del planeta, contienen el 80 % de la biodiversidad terrestre. El hecho de que en sus tierras sobrevivan especies amenazadas que han desaparecido fuera de ellas lo dice todo: lo cierto es que los pueblos indígenas son los mejores conservacionistas y comprenden su entorno natural mejor que nadie.
Acudí a la reunión de la CBFP porque el Fondo Mundial por la Naturaleza (WWF) colabora con el gobierno congoleño en la creación de una zona de conservación protegida en Congo, el parque de Messok Dja. En este territorio viven los bakas, una de las tribus “pigmeas” del centro de África, que tienen su sustento en esos bosques. Pese a que el parque todavía no está creado, guardianes financiados y apoyados por el WWF se han apoderado de las posesiones de los bakas, han quemado sus campamentos y sus pertenencias, los han apaleado y torturado.
La organización para la que trabajo, Survival International, lucha junto a los bakas contra la creación de la zona protegida de Messok Dja. En diciembre de 2018, Survival publicó cartas firmadas por más de un centenar de personas de seis aldeas, en las que expresan sus objeciones al proyecto de Messok Dja y denuncian los abusos a los que han sido sometidos por los guardianes apoyados por el WWF. De estas objeciones, y de muchas otras, se ha hecho caso omiso. Así que fui a Bruselas a hacer que se escuchara la voz de los bakas.
Quería preguntar a alguien del WWF sobre este asunto en persona, cara a cara. Mi pregunta era simple: ¿por qué el WWF sigue adelante con el proyecto de zona protegida de Messok Dja a pesar de las objeciones de los bakas?
La respuesta de uno de los representantes del WWF en la conferencia fue evasiva: reuniones, negociaciones, proceso, más reuniones. Sugerí que, tal vez al menos en interés de la conservación, el WWF hablara con esas comunidades, porque ellas saben mejor que nadie cómo funciona su ecosistema y cómo proteger ese bosque. Su respuesta fue muy simple: no, te equivocas, ellos no lo saben mejor.
Su opinión es fruto del prejuicio, no de la evidencia. Los bakas y sus vecinos viven allí como cazadores-recolectores desde hace generaciones, por lo que su supervivencia en el día a día depende totalmente de su profunda comprensión de su entorno natural y de su capacidad para mantener sanas las poblaciones de animales salvajes. Los bakas desempeñan un papel tan crucial en el mantenimiento del ecosistema como cualquier superpredador. Por ejemplo, es bien sabido que los elefantes y otros grandes mamíferos en estos bosques esparcen semillas, allanan senderos y cumplen funciones que facilitan el crecimiento y el florecimiento de otras especies. Asimismo, los campamentos forestales de los bakas abren claros en el bosque, que, fertilizados con cenizas y materia orgánica, producen más alimentos y proporcionan mejores hábitats para los gorilas.
Sin embargo, WWF jamás impugnaría públicamente de esta manera el conocimiento de los bakas, pues los poderes mundiales han de pretender por lo menos que respetan a los pueblos indígenas. El Derecho internacional establece que es preciso obtener el Consentimiento Libre, Previo e Informado (CLPI) de los habitantes indígenas y tribales antes de que esa clase de proyectos se hagan realidad en sus tierras. El hecho de que los bakas no den su consentimiento significa que el intento de WWF de forzar el deslinde de Messok Dja no solo es injusto, sino perfectamente ilegal.
En el caso de Messok Dja, el WWF ha mentido descaradamente sobre la obtención del CLPI de los bakas, pero aporta mucha palabrería cálida para justificar el acaparamiento de tierras. Un artículo reciente sobre Messok Dja dice:
“Las comunidades locales e indígenas aplaudieron el enfoque utilizado, consistente en consultarles antes de la creación de la zona protegida. Manifestaron un verdadero entusiasmo por continuar el proceso de consulta hasta llegar a las concertaciones, donde tendrán la oportunidad de expresar sus opiniones a los responsables de la toma de decisiones y a los gestores de recursos naturales.”
Esto es, en el mejor de los casos, una consulta, no un consentimiento. El consentimiento implica que uno tiene derecho a decir que no y que ese “no” sea respetado, pero lo único que garantizan los conservacionistas a los bakas, por lo que se ve, es que “tendrán la oportunidad de expresar sus opiniones a los responsables de la toma de decisiones y a los gestores”; podrán expresar sus objeciones, pero los bakas no son quienes toman las decisiones en su propia tierra.
El WWF ha puesto en marcha, finalmente, lo que llaman un proceso para asegurarse el consentimiento de los bakas, pero este no puede ser libre, previo ni informado. A pesar del hecho de que Messok Dja ni siquiera es todavía oficialmente una zona protegida, la cruel brutalidad de los guardianes apoyados por el WWF ha sembrado el terror entre los bakas en la región. Mientras las comunidades asocien al WWF con la violencia y la opresión, el consentimiento “libre” será imposible. Puesto que los guardaparques ya llevan diez años operando en la región, el consentimiento “previo” es igualmente imposible.
Los bakas tampoco fueron debidamente informados sobre el proyecto de Messok Dja antes de su inicio. Un miembro de la tribu me dijo: “El WWF no ha explicado por qué están aquí ni qué están haciendo.” El WWF lleva trabajando en este proyecto desde 2005, pero el proceso de consulta a las comunidades locales no comenzó hasta principios de 2019, sin duda movido por la vergüenza que sintió a raíz de la campaña pública de Survival.
Así que aquí estoy, en un palacio colonial rodeada de occidentales que se han reunido para quedarse con tierras africanas, que pagan a agentes sobre el terreno que emplean la violencia y la opresión para imponer su voluntad contra los pueblos indígenas, a los que desdeñan y desacreditan porque “no saben hacerlo mejor, nosotros sí”. Lo que sucede en este antiguo Palacio de las Colonias no ha cambiado tanto durante el pasado siglo, y los bakas lo saben. “La conservación es realmente peor que la colonización”, me dijo un hombre, “va de esclavitud.”
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