Ruanda admite que se usó la fuerza en la campaña contra los techos de paja

25 mayo 2011

Una familia de pigmeos batwa, en la puerta de su casa. Las autoridades locales desmantelaron el techo como parte de un programa para erradicar los tejados de paja en Ruanda. © COPORWA/Survival

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El funcionario a cargo de la controvertida política de Ruanda para erradicar todos los techos de paja del país antes de que finalice este mes ha admitido que “a veces aplicamos la fuerza”.

Dicha admisión llegó después de que cientos de usuarios de Twitter respondieran a la condena formulada por Survival International sobre la destrucción de los hogares de los “pigmeos” batwas, que ha dejado sin refugio a muchos de los habitantes más marginados de Ruanda.

El Gobierno, también activo en Twitter, puso un comentario en el que aseguraba que la campaña contra los techos de paja “quiere que todos tengan una vivienda decente, y no deja a nadie sin hogar”.

El funcionario que dirige el programa contra los tejados de paja, Augustin Kampayana, dijo en declaraciones a los medios: “el que alguien aún viva en nyakatsi [casas con techos de paja] sólo significa que su actitud natural es querer vivir en casas con techos de paja. Algunos no quieren cambiar, pero no podemos dejar que éstos atrasen al resto”.

Cientos de familias batwa se han quedado sin refugio como resultado de las acciones del Gobierno. © COPORWA/Survival

Un hombre batwa, cuya casa fue destruida y que ahora vive hacinado junto con otras diez familias, declaró la semana pasada: “Ésta es una vida catastrófica que se parece a la de un refugiado”.

El mes pasado, el Comité sobre Discriminación Racial de Naciones Unidas instó al Gobierno de Ruanda a que “facilitara vivienda adecuada a los batwas , especialmente evitando los desalojos forzosos sin consulta y sin ofrecer viviendas alternativas”.

Aunque a algunas familias batwas ya se les han entregado casas nuevas, muchas aún siguen a la espera y viven a la intemperie, según COPORWA, la organización batwa de Ruanda. Este pueblo indígena se sigue enfrentando a diario al racismo y a la discriminación. La mayoría a duras penas logra ganarse la vida como jornaleros o alfareros después de que sus comunidades fueran obligadas a abandonar sus hogares en la selva para crear parques naturales sin presencia humana.

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