MADRE
Las palabras “aiya”, “ngu”, “anaanak” y “nae” tienen todas el mismo significado en diferentes lenguas indígenas: madre.
Con motivo del Día de la Madre presentamos esta galería que retrata las vidas de las madres indígenas, de sus bebés y de las tierras en las que crían a sus hijos.
En la cuenca del Congo, una madre “pigmea” lleva consigo a su bebé cuando sale en busca de alimento por la frondosa selva.
Para muchos pueblos indígenas y tribales el concepto “madre” se refiere no solo a quien les da la vida, alimento, refugio y amor, sino también a la tierra en la que viven, que es su hogar: madres son las selvas, las praderas, los desiertos y las montañas que también proporcionan el sustento material y espiritual que necesitan para sobrevivir.
Estos vínculos son muy potentes. Cuando los lazos se rompen a causa de la colonización, las expulsiones forzosas, la minería, la tala o “el desarrollo”, las consecuencias pueden ser devastadoras.
Survival International lleva 40 años trabajando para proteger las tierras y los derechos de los pueblos indígenas y tribales.© Kate Eshelby/Survival
Comunidad penan en Sarawak, Malasia.
Muchos niños indígenas han vivido, y todavía viven, en comunidades complejas donde crecen en una intimidad más profunda con un mayor número de personas que la mayoría de los niños que residen en las ciudades, en un entorno en el que tienen varios cuidadores.
Los valores han evolucionado para priorizar lo colectivo sobre lo individual: muchos niños indígenas aprenden desde pequeños que compartir es un principio fundamental en la vida social y que las decisiones de la comunidad se toman por consenso.
© Andy Rain/Nick Rain/Survival
Muy por encima del Círculo Polar Ártico, una pastora de renos y un niño nenéts posan junto a su chum (tipi) en la Península de Yamal, una región de turberas que se extiende desde el norte de Siberia hasta el mar de Kara.
Tradicionalmente las mujeres nenéts daban a luz en sus chums, y confeccionaban pañales con tela rellena de musgo. En la actualidad la mayoría de los partos tiene lugar en los hospitales, a los que son trasladadas en ambulancias aéreas.
Una mujer yanomami portea a su hijo en la ribera de un río amazónico.
“Para muchas sociedades tribales el nacimiento es considerado un hecho rutinario, por lo que no genera expectación, ni se presta una atención especial al bebé o a la madre”, explica Stephen Corry, director de Survival International.
Las indígenas yanomamis suelen alejarse de sus shabonos, o casas comunales, acompañadas de sus madres o de otras familiares, para dar a luz en la selva. La mayoría de las mujeres yanomamis llevan a sus hijos de hasta dos años en un cabestrillo hecho de algodón o de tiras de fibra vegetal, por ejemplo de plátano.
Dan de mamar a sus hijos durante varios años, en una práctica que se cree dificulta la concepción.
© Steve Cox/Survival
Justo al sur del ecuador, entre las aguas sódicas del lago Eyasi de Tanzania y las rampas del Gran Valle del Rift, viven los hadzas, una pequeña tribu de cazadores-recolectores: una de las últimas en África.
Hasta la década de los 50 los hadzas sobrevivieron de la caza y la recolección. Hoy, solo entre 300 y 400 miembros de la tribu, que tiene unos 1.300 en total, son todavía cazadores-recolectores nómadas que obtienen su comida de su entorno natural; el resto vive parte del tiempo en comunidades sedentarias.
Cuando las mujeres hadzas se desplazaban a través de su tierra ancestral, cubierta de arbustos, con más frecuencia de lo que lo hacen ahora, el parto se producía a veces durante la misma marcha, a veces en las cavidades de los troncos de los ancianos árboles de baobab. Una vez que daba a luz, la mujer simplemente cogía a su bebé y seguía caminando para alcanzar al resto de la familia.
© Jean du Plessis/Wayo Africa
Un niño bodi de Etiopía transporta su cabra. Los niños bodis también aprenden poemas que cantan a sus vacas favoritas.
“La primera etapa completamente dependiente de la vida no dura demasiado para la mayoría de los niños indígenas”, dice Stephen Corry. “A los cuatro o cinco años, los niños comienzan a unirse a las actividades de los adultos: los niños cazan o tienden al ganado, las niñas cuidan de los niños más pequeños y ayudan en el hogar o en la recolección de alimentos”.
En Malasia los niños penanes ayudan a construir sus casas con brotes de árboles jóvenes. Bajo la superficie azul verdosa del mar de Andamán, los niños mokenes aprenden a capturar dugong y pepinos de mar con largos arpones. En las praderas de Mongolia los padres enseñan a los niños tsaatanes sus ancestrales conocimientos para el pastoreo de renos coralinos.
© J
Los niños yanomamis aprenden a “leer” el rastro de los animales, a utilizar la savia de las plantas como veneno y a escalar los árboles haciendo uso de lianas que se atan a los pies.
_"En aquellos días mi madre siempre me llevaba con ella a la selva para buscar cangrejos, pescar con timbó o recolectar frutos silvestres.
También solía ir con ella a los campos cuando necesitábamos cosechar yuca, plátanos o cortar leña. A veces los cazadores también me llamaban de madrugada cuando iban a salir hacia la selva.
Así es cómo crecí yo en la selva"_.Davi Kopenawa Yanomami, Brasil.
© Fiona Watson/Survival
Una joven madre asháninka, con la vestimenta tradicional kushma, juega con su hija en el estado de Acre, Brasil.
Las mujeres asháninkas embarazadas de Perú se abstienen de comer carne de tortuga por miedo a que sus hijos salgan lentos.
Los niños asháninkas también adquieren desde pequeños habilidades, como cazar y pescar, que los hacen autosuficientes.
© Mike Goldwater/Survival
Las madres inuits llevan a sus hijos en un amautik durante los primeros años de sus vidas.
Tradicionalmente el amautik se hacía con la piel del caribú, esta hacia dentro para mantener al bebé cálido y confortable. Ahora también los hacen con lona y otros materiales.
“Después de mamar, la bebé dormita. Con palabras de bienvenida, se la coloca en el amautik, con la bolsa que se amolda a la capucha del parka de la madre, donde puede descansar apoyada en su espalda. La mamá de la bebé sonríe, y lleva a su hija junto a su padre para que la adore, y dice ‘Anaanangai. Ii, anaanagauvuti’”. ‘¿Madre? Sí, tú eres mi madre’“… Pues es un bebé que lleva el atiq: el espíritu y nombre de su fallecida abuela”.
Hugh Brody, The Other Side of Eden: Hunters, Farmers, and the Shaping of the World.
© Ansgar Walk/Creative Commons
Gentil, compasivo y religiosamente tolerante, el pueblo indígena jumma de las Chittagong Hill Tracts del sureste montañoso de Bangladés, que incluye a las pobladas tribus chakma y marma, difiere étnica y lingüísticamente de la mayoría bengalí.
Una madre chakma deposita a su bebé recién nacido en su dhulon, la cuna tradicional jumma. Para dormirlo su madre le canta nanas conocidas como olee daagaanaa.
En la actualidad, sin embargo, los colonos casi superan en número a los niños jummas y sus padres, a quienes el ejército trata brutalmente. “En un solo acto de genocidio, cientos de hombres, mujeres y niños fueron quemados vivos en sus hogares de bambú”, denuncia la investigadora de Survival International Sophie Grig.
© David Brunetti
En las selvas pantanosas y los valles fluviales de la cuenca del Congo en África, un niño “pigmeo” baka juega con su madre.
A los bebés bakas, como a otros niños tribales, se los tiene en brazos casi todo el tiempo.
© Selcen Kucukustel/Atlas
Los padres bakas pasan aproximadamente la mitad del día cerca de sus bebés, y a veces incluso ofrecen sus pezones para que el niño los chupe cuando llora y la madre u otra mujer no están disponibles.
“No es nada raro despertar en la noche y escuchar que un padre le está cantando a su hijo”, explica el antropólogo americano Barry Hewlett, que ha vivido con los bakas durante años.
© Salomé/Survival
En Brasil, las madres de la tribu awá, uno de los dos únicos pueblos indígenas nómadas de cazadores-recolectores que quedan en el país, siempre han conocido un estatus igual al de los hombres.
Algunas mujeres awás pueden tener varios maridos, una práctica que se conoce como poliandria.
© Domenico Pugliese
Además de a sus propios bebés, las mujeres awás dan de mamar a crías huérfanas de monos y de otros animales, como el agutí, un roedor de América del Sur.
“Paso mucho tiempo amamantando a los monos bebés”, le explica una mujer awá llamada Periquito a una investigadora de Survival International.
“Y cuando han crecido lo suficiente vuelven a vivir a la selva. Puedo oír al mono aullador que solía ser mi mascota, cantando ahí en los árboles”.
© Survival International
En Malasia los penanes han vivido durante mucho tiempo en armonía con su selva, repleta de enormes árboles, extrañas orquídeas y rápidos ríos.
“La selva es nuestra Madre”, dicen. “Pertenece a los innumerables muertos, a los pocos que viven y a las multitudes que están por nacer”.
© Robin Hanbury-Tenison/Survival
En Papúa Occidental la mayor mina de oro y cobre del mundo, que gestiona la empresa americana Freeport McMoRan, ha arrasado el hogar de la tribu de las tierras altas, los amungmes, destruyendo la montaña que ellos conocen como “Madre”.
Muchos indígenas amungmes han sido asesinados por los soldados indonesios que defendían la mina.
“La razón por la que el pueblo amungme está trabajando tan duro para proteger su tierra es porque creen que la zona de la montaña es la cabeza de su madre”, dice la tribu. “Así que ahora se puede decir que están escarbando el cerebro de nuestra madre”.
© PaVo/Survival
Esta madre y su bebé pertenecen a la tribu más amenazada de la Tierra, los awás.
Los awás dependen de su selva para sobrevivir. Sin embargo, están en peligro por las crecientes invasiones de su tierra por parte de madereros, ganaderos y colonos. Más del 30% de uno de los territorios awás ya ha sido destruido.
Para la madre de la fotografía y otras madres indígenas, la solución a sus problemas está en el reconocimiento de sus derechos humanos fundamentales: derecho a la autodeterminación y a la protección de sus tierras ancestrales.
Solo así podrán ella y su bebé vivir libremente en sus territorios, del modo que elijan, libres de las amenazas de opresión, violencia y expulsión.
“Si destruyes la selva, nos destruyes también a nosotros”, dijo esta madre awá al equipo de Survival International.
© Survival International
“No estamos aquí por nosotros. Estamos aquí por nuestros hijos, y los hijos de nuestros nietos”.
Bosquimano, Botsuana.
© Survival International
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